El dióxido de azufre en un gas irritante y tóxico; los efectos en la salud van desde irritación en las vías respiratorias hasta la agudización de síntomas de enfermedades respiratorias o cardiovasculares existentes.
En la Ciudad de México, los vehículos que utilizan el diesel como combustible son una de las principales fuentes de dióxido de azufre, ya que contiene azufre en pequeñas cantidades.
En la corteza terrestre, el azufre se encuentra de manera natural y cuando existe actividad geotérmica se emiten grandes cantidades de dióxido de azufre a la atmósfera.
El volcán Popocatépetl es una fuente natural importante de este gas.
En México la Norma Oficial Mexicana (NOM-022-SSA1-2019) de dióxido de azufre (SO2) recomienda el límite de 40 ppb como el máximo en 3 años consecutivos, obtenidos de los promedios de 24 horas y el límite de 75 ppb como promedio aritmético de 3 años consecutivos de los percentiles 99 anuales, obtenidos de los máximos diarios (1h).
La oxidación del dióxido de azufre transforma el gas en partículas suspendidas.
En la Ciudad de México los óxidos de azufre son un importante precursor de aerosoles secundarios.
En la atmósfera el dióxido de azufre puede reaccionar con otros compuestos para formar ácido sulfúrico.
Este compuesto modifica la composición del agua de lluvia disminuyendo su pH y puede precipitar en forma de lluvia ácida.
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El dióxido de azufre (SO2) es emitido por las industrias que utilizan combustibles fósiles como petróleo, carbón, combustóleo, diesel, gas natural o gas LP.
Otras fuentes de emisión son los procesos de refinación del petróleo, la producción de ácido sulfúrico y la fundición de minerales como el zinc, cobre y plomo.